Esta serie de experimentos demuestra que percibir rigidez en la espalda no refleja sus propiedades biomecánicas reales. En cambio, sentirse rígido implica múltiples sistemas sensoriales que influencian la percepción, cumpliendo un propósito protector.
Se demostró que: 1) no hay diferencia en las medidas objetivas de rigidez de la columna entre las personas que se sienten rígidas y las que no; 2) aquellos que se sienten rígidos sobreestiman las fuerzas que pasan en su columna vertebral, pero por otro lado son mejores para detectar cambios en la fuerza aplicada; y 3) este proceso de interferencia se puede modular mediante señales auditivas sincrónicas a la aplicación de fuerzas.