A medida que los adultos con VIH van envejeciendo, hay más personas expuestas a las consecuencias físicas, sociales y psicológicas de la enfermedad, así como el tratamiento a largo plazo y las comorbilidades asociadas con el envejecimiento. Desde que se introdujo el uso de fármacos anti-retrovirales (en Europa y EE.UU en la década de los 90 y en África e India a partir del año 2000) el VIH ahora está considerada una enfermedad crónica con desafíos específicos como la aparición precoz de enfermedades cardiovasculares (CVD), diabetes, enfermedades óseas y de las articulaciones, problemas neurocognitivos y cánceres no asociados al SIDA.
La rehabilitación se ha convertido en una de las estrategias más importantes a seguir para hacer frente a la discapacidad en pacientes, pero los pocos profesionales que se dedican a trabajar específicamente con personas que viven con VIH (PVVIH) acentúan el gran vacío existente en cuanto a la prestación del servicio y la necesidad de un mayor conocimiento del VIH, orientación clínica y formación. No existen directrices específicas para la rehabilitación del VIH; no existen pruebas de alta calidad. Este artículo pretende llenar ese vacío.